Una mujer que fue víctima de la prostitución y que logró salir “de esa pesadilla” comparte su historia en nombre de todas aquellas “invisibles”, a quienes la Red de Lucha contra la Pobreza reivindica en su campaña #NoSomosInvisibles.
Protege su nombre y su rostro pero desnuda su vida. “Tengo muchas ganas de hablar, no tengo problema. No hay que tener vergüenza de hablar de ello, todo el mundo comete errores”. Piensa en todas aquellas mujeres que están atravesando una situación como la que a ella la atrapó y que ha logrado dejar atrás. Ahora tiene una vida estable y busca “integrarse”. “Vivo aquí, pago impuestos, quiero ser parte del crecimiento de la sociedad navarra”, sostiene.
Angélica, nombre falso, llegó desde Brasil “con muchas ilusiones” y una expectativa idealizada de lo que se iba a encontrar en Europa. “Venimos para huir del hambre, de las dificultades, de la pobreza. Crees que todo será más fácil, pero cuando llegas tienes que hacer frente a muchas otras dificultades, sin papeles, sin dinero. Piensas que la solución más fácil es la prostitución, pero si pudieras elegir, no lo harías. Es por necesidad”, afirma.
Ella estudiaba Turismo en la Universidad en Brasil cuando conoció a su expareja, un hombre alemán que parecía ser “la oportunidad de alcanzar esa Europa de la que tanto nos hablaban en la carrera”. Pero cuando cruzó el Atlántico y las cosas no fueron como esperaba, “no tuve el valor de volver sin nada, habiendo dejado a mi hija con mis padres”.
Sus hermanas habían venido a España antes que ella, y por eso creyó que aquí podría “tener un sitio”, pero al llegar pronto sus sueños se transformaron en “la peor pesadilla” de su vida. Ella quería “cocinar o cuidar personas mayores”, pero le dijeron “que sin papeles no podía trabajar”. Un año y medio estuvo sin regularizar su situación. “Te da miedo todo, la policía, buscar ayuda”.
“Odiaba la prostitución, cada vez que lo recuerdo me da asco. Muchas tienen que drogarse para soportarlo. Era una humillación. Aguanté un año y medio y seguí luchando para estar aquí, hasta que salí y pude traer a mi hija. Yo no tengo nada de aquella época, todas las ropas, todos los trapos, los renové. Todo se quedó en el pasado, se fue”, zanja.
POR 30 EUROS O MENOS
Tiene muy claro que “la prostitución no es un trabajo, es violencia contra el cuerpo de la mujer”. “Tienes que estar disponible las 24 horas al día por unos míseros 30 euros, algunas por menos y droga”. Recuerda ser despertada de madrugada al grito de “¡clientes para todas!”. “Te tenías que levantar, arreglar y ponerte en una fila como si fueses un producto”, describe. “No hay dinero que pague ese sufrimiento, acaba con tu cuerpo, con la vida, con tu salud”. Ella confiesa que su sostén en muchos momento fueron sus compañeras. “Nos dábamos fuerza, buscabas su amor para sobrevivir. Es duro, para poder vivir con ello te creas un personaje en el que no te reconoces, no vives con tu propia persona y por ello puedes caer en depresión”. También rezaba: “Le pedía a Dios que me ayudara a salir de ahí”.
LOS PREJUICIOS SIGUEN
Angélica tiene hoy una vida asentada. “Tengo mi familia, mi marido trabaja”. Pese a eso, sigue enfrentándose a diario a los “prejuicios”. “Cuando pongo un anuncio en internet, me llaman muchos hombres preguntando cuánto cobro o para qué es. Les dejo claro que solamente limpieza y punto, pero es desagradable”.
Conoce a muchas otras mujeres que, pese a haber salido de la prostitución, “sólo han podido volver”. “A veces, huyendo de ese mundo o de la pobreza te encuentras con situaciones de violencia doméstica y sexual. Porque te ilusionas, no entiendes algunas cosas, tienes una cultura diferente y das todo tu amor. Algunos hombres se aprovechan de ello, de tu vulnerabilidad, para humillarte y oprimirte”.
Su familia conoce todo lo que ha pasado, también su hija. “Fue a quien más me costó contárselo, pero me gusta ser clara. Tengo que ser fuerte y continuar viviendo. Quiero acabar la universidad”.
Reconoce que en Europa las mujeres tienen “más voz y libertad”. “Sois más independientes. A mí me educaron para tener marido e hijos”. El machismo “es más visible” en Brasil, y aquí “no hay tanta violencia”. “Pero también te encuentras con la opresión”, matiza.
Pide ser “mirada con respeto”, para ella y para todas las mujeres migrantes, y agradece la labor de asociaciones como Médicos del Mundo, que la acompaña. “Ojalá las hubiera conocido cuando estaba en esa situación. Si alguien puede ayudarte a buscar trabajo y comida, no creo que nadie eligiera quedarse en la prostitución. La historia puede ser diferente, no necesitan que su cuerpo sea violado”, les recuerda.43.200 mujeres sufren pobreza o exclusión social
La Red Navarra de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social lanzó una campaña en torno al Día Mundial de la Mujer, para dar voz a esas mujeres de las que no se suele hablar bajo el hashtag #NoSomosInvisibles.
“Hemos percibido que normalmente ellas son invisibles, no están tan presentes o representadas en la lucha feminista. Al darles voz, queremos hacerlas partícipes de esta transformación social”, explican desde la Red.
CONDICIONES RECRUDECIDAS
Los últimos datos disponibles revelan que unas 43.200 mujeres sufren exclusión social y/o pobreza en Navarra, según el indicador europeo Arope. Una cifras que desde la Red prevén que empeoren el próximo año. “La pandemia ha recrudecido las condiciones de muchas mujeres. La falta de ayudas para la conciliación ha hecho que muchas mujeres hayan abandonado sus puestos de trabajo, formaciones u oportunidades laborales para dedicarse a los cuidados, hecho que ya se está trasladando a los datos laborales, en los que han sido las que más desempleo han sufrido. Hay que promover un modelo de corresponsabilidad doméstica para el reparto de cargas en los hogares”.
Desde la Red recuerdan que las mujeres en situaciones de vulnerabilidad se ven atravesadas por múltiples circunstancias, partiendo de la exclusión social y la propia discriminación por la falta de igualdad. Pero, además, en ocasiones se les suman otras circunstancias tales como las consecuencias de la violencia machista, el racismo o la xenofobia, el sin hogarismo o la toxicomanía.